Se miró al espejo. Se vio a ella misma, cambiada. Vestida de tal manera que atraería las miradas de cualquiera. Y coge su bolso y se dispone a salir. Dispuesta a comerse el mundo. Dispuesta a comerse las noches de él. O lo que quedaba de ellas, porque total, ese plato lo habían saboreado muchas antes.
Tú y yo no somos tan distintos: yo deseando comerte y tú deseando ser comido.
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